CORRUPCIÓN EN EL PERÚ Y EL MUNDO
Martín
Tanaka
Sabemos que
la corrupción es un problema muy serio en nuestro país; también que en muchos
otros se sufre del mismo problema. ¿Cómo nos ubicamos en el contexto general?
Acaba de salir publicado el Global Corruption Barometer 2013, de Transparencia
Internacional, con información muy útil de 107 países de todo el mundo,
resultado de la aplicación de encuestas de opinión, realizadas entre setiembre
de 2012 y marzo de este año.
Cuando se
pregunta por pago por coimas en los últimos doce meses, Sierra Leona aparece en
primer lugar, con un 84%; Perú en el puesto 51, con 20%, esta vez por debajo
del promedio global, de 27%. Cuando se pregunta si es que el país es regido por
pocas grandes entidades que actúan a su favor y no a favor del interés general,
Perú aparece mejor, en el puesto 84, con un 42% que percibe que eso es así en
gran medida (29%) o completamente (13%). Ordenados los países de la región según
el grado de “captura” por grandes intereses, el orden es el siguiente: Paraguay
(en un nivel cercano al de Italia), Argentina (cercano a España), Chile
(cercano a Estados Unidos), México (cercano a Egipto y Filipinas), Bolivia,
Colombia, El Salvador, Venezuela, Brasil, Perú y Uruguay. Este dato sugiere que
en Perú se vincula la corrupción reciente más a problemas de prestación de los
servicios cotidianos que a la “captura” por grandes intereses, sin dejar de ser
esto un tema relevante.
¿Qué hacer?
Cuando se pregunta si las personas comunes pueden hacer que las cosas cambien
en la lucha contra la corrupción, los peruanos aparecemos como voluntaristas:
un 82% está de acuerdo con esa afirmación, y ocupamos el puesto 20 a nivel
global. Sin embargo, cuando se pregunta si se estaría dispuesto a participar en
varias acciones concretas, caemos al puesto 55, aunque seguimos por encima del
promedio global.
PARA QUE LA REFORMA NO SE PIERDA POR SOBERBIA
Rosa
María Palacios
Pretender
impulsar una Reforma del Estado sin tocar el régimen laboral público es como
pretender hacer cebiche sin limón. No se puede. Sin embargo, durante más de
veinte años el Estado ha estado reformándose a sí mismo sin tocar a profundidad
este tema central. Así, para salvar el día a día, se superpusieron regímenes
laborales, se perforaron prohibiciones y se salió de la urgencia con medidas
transitorias que duraron por siempre.
Un primer
obstáculo fue el sistema pensionario del Estado, conocido como la “Ley de
Cédula Viva”. Los ministros de Economía no querían oír hablar de una reforma
laboral si es que primero no se rompía el efecto espejo entre trabajadores
activos y pensionistas. Roto el espejo hace ya varios años, con una
reforma constitucional ampliamente debatida que generó enormes consensos, se
esperaba una reforma laboral pública seria.
El Estado
ha sido, y aún es, el más salvaje promotor de la informalidad laboral. Jamás se
le ha permitido hacer al sector privado lo que se ha hecho con los trabajadores
del sector público. Los llamados contratos por “servicios no personales” que
luego de convirtieron en contratos de administración de servicios (CAS) fueron
calco de la ilegal y perseguida “contratación por recibo” del sector privado.
Trabajas, recibe un pago único y punto.
Posteriormente
se han reconocido algunos, pocos, derechos laborales para este grupo.
Es una reforma
justa y necesaria, como decimos en misa. Sin embargo, la arrogancia de no
querer debatir algunos aspectos importantes de esta ley en un foro mayor puede
terminar destruyendo la reforma en el Tribunal Constitucional. Y esto puede
ocurrir pronto.
Hay una
condición esencial para hacer Reforma del Estado. Esa es la gente con la que
cuentas. Sin el recurso humano de tu lado no hay forma de reformar nada. Eso es
algo que cualquiera que ha pasado 5 minutos por el Estado sabe. Si no se gana a
los trabajadores para la reforma, los primeros en boicotearla, aun pasivamente,
serán ellos mismos. Y la esperada reforma laboral pública será, otra vez, papel
mojado en tinta.
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